Una costurera con un lugar especial en su corazón para ” la cueca,” los trajes típicos chilenos, Maria Teresa Toro Valenzuela sabe cómo modificar y mejorar un buen patrón. Después de haber “nacido de buenos padres,” María Teresa se unió a la iglesia siendo una madre joven. Los hilos del amor por la familia, el país y el evangelio ahora se entretejen a través de la vida que ella misma ha diseñado combinando la oración, el entusiasmo y las mejores tradiciones de su país con las enseñanzas del Evangelio. (Click here to read the interview in English.)

¿Cómo fue crecer en Chile?

Fue, para mí, normal en aquella época. No me daba cuenta si era un país pobre o un país rico. Solamente que, siento decirles las palabras de Nefi, “nací de buenos padres.” Eran muy sencillos, pero estaban casados. Formamos una familia con ellos, soy la tercera de cuatro hijos, y formamos una familia sencilla y corriente. Mi padre era militar y dentista y mi madre era enfermera. Dentro de ese ambiente católico, porque ellos eran católicos, nacimos en un hogar con principios, dándole mucha importancia para la familia. Lo único que yo personalmente no creía era de las estatuas- las cosas que venían en las iglesias. No me llegaba. Yo no sentía nada. Creía que había una conexión con Dios, y en la importancia de la familia, sí, había eso.

¿Y cómo fue tener hijas y criar a sus hijas en Chile?

Siento que fue como uno está adaptado a este sistema, y no parece nada raro. Uno se apega a lo que existe. Por ejemplo, si uno quería que un hijo aprendiera a tocar el piano, o seguir un camino de arte, no se podía.  Tenía que tener dinero. Por lo general, iban a escuelas municipales, escuelas públicas.

¿Y la familia es muy importante en la cultura chilena?

Sí, siempre estamos muy unidos, juntándonos siempre con la familia, con los abuelos, los sobrinos. ¡Y mucha piel! Cariño, muchos besos, y los abuelos son muy amigos de sus nietos. Ellos crecen con un cariño como normal por sus abuelos. Yo los veo cada día. Estoy con [mi hija] Marcela, justamente para acompañarla por una situación de salud, y cada día voy a la casa de [mi otra hija] Valentina en otro sector para estar para la llegada del chiquito que tiene de la escuela. Lo cuido, le cocino, él tiene cinco años. El mayor nieto tiene 25. Y paran cada día para verme. Tengo relación con ellos todos los días.

Maria Teresa y su esposo

¿Cómo llegó a conocer a los misioneros y la iglesia?

Fue muy temprano dentro de nuestro matrimonio. Las niñas bien chicas, y sentíamos, con mi esposo, que teníamos un solaz, no alcanzábamos ni aquí ni acá. Esa es una manera de sentir o de ver las cosas. Y de repente mi esposo fue que me invitó a una iglesia. Había miles de iglesias rodeando nuestra casa, pero nosotros salimos para ‘buscar a Dios,’ como él lo dijo, y entramos en una iglesia mormona en un día de una conferencia de estaca. Entonces, mi esposo me dijo, ‘algunos lo llaman mormones, pero se llama “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”.’ Yo no sabía nada de ellos. Nada. Entonces, entramos y le dije con temor, ’parece gente muy rica. Andan muy arreglados, muy limpios,’ y me incomodó un poco, pensé solamente era de gente rica la iglesia. Era una conferencia de estaca, y estaba llena, en San Bernardo, entonces entramos, nos quedamos, pero llenos espiritualmente con los discursos que escuchamos de los Élderes que vinieron como misioneros de los Estados Unidos y otros países, y los que regresaron de otro país. Volvimos a la casa y mi esposo me dijo, ‘cuando veas a esos jóvenes con terno [traje] y con una plaquita acá, tú pídeles que vengan a visitarnos en la hora que yo estoy. Para que sepamos más acerca del evangelio de ellos.’

¿Pero no tenían miedo de que fueran demasiado ricos los miembros?

No. Después de los discursos tiró un ‘switch,’ porque sentimos otra cosa. El espíritu que yo sé ahora. Al día martes siguiente, ellos tocaron a nuestra puerta y yo me sorprendí mucho y les dije, ‘pero, ¿quién los mandó acá?’ Pues, tenía que ser el Señor. Porque era un misionero argentino y uno norteamericano, Elder Julio Alfredo Galván, y Elder James Willmore. Y, de verdad, conversamos como raro, porque yo estaba muy sorprendida de que queríamos nosotros conocer a estas personas y llegaran tan pronto. Entonces, los cité para la hora en que llegaba mi esposo. Entonces nos dieron la primera charla y la recibimos. Y en esas semanas, mis hijas escondían, no querían escuchar. No se adaptaban a un cambio. Entonces, los misioneros les dijeron, ‘pero, ¿ustedes han notado a sus papas cambiar?’ Y ellas allí tuvieron la certeza que era algo diferente y ellas tomaron las charlas también.

Maria Teresa con su esposo e hijas

¿Y qué había escuchado, o qué había sentido en esas charlas o en la reunión que no había sentido antes?

Sentí como que había encontrado un centro. Como una guía. Empecé a sentir equilibrio, estabilidad. Una fundación. Algo con fundamento. Nunca más nos separamos de la iglesia. Nunca más. En agosto vamos a cumplir 30 años. Lo que me alegró mucho fue que el día del bautismo, nos llegaron a visitar unos tíos y tías, y me tocó hacer un almuerzo muy grande. Y les dije, ‘esta tarde nos vamos a bautizar.’ ¡Y ellos todos quisieron ir, así que mis padres y todos estaban allá!  Y las niñas se bautizaron unos meses después, en noviembre.

Y usted habla mucho de la iglesia en su trabajo de modista con sus clientes también, ¿no?

Sí.

¿Cómo empieza la conversación?

Por ejemplo, cuando vivíamos en San Bernardo, una vecina se quedó sin su llave.  La invité acá esperar en casa mía. Y yo, como trabajaba en casa, cosía y cosía en mi máquina, y vi que estaba mirando por todos lados y me dijo de repente, ‘¿qué es lo que hacen los días domingo que salen tan bien vestidos, tan hermosos?’ Y allí empezó la conversación. Dentro de unos meses, la invitamos a una noche de hogar. Y ellos se bautizaron también.

¿Y cómo llegó a ser modista? ¿Empezó cuando era joven?

Sí. Es por vocación. De niña tenía como clientas todas mis vecinas chiquititas, que me llevaban sus muñecas a vestir. Tanto me tocó hacerlo por la máquina que por tejiendo con palillos. Entonces, mi mamá y mi papá querían que yo fuera enfermera como mi mamá, y no me sentía bien por eso, y yo pregunté, ‘¿por qué no puedo ser modista si me gusta tanto coser y coser y coser?’ Así que me pusieron en una escuela profesional de técnica femenina con monjas. Me gusta mucho la gente. Me gusta mucho conversar con las personas. Y tienen que tener confianza en mí, porque muchas veces me entregan unas telas muy caras. Uno tiene que pensar muy bien, como arquitecto. Y hay que tener una empatía. Uno tiene que tener paciencia con la otra persona, empatía para entenderla, y para realmente entender lo que está pensando y deseando.

Los nietos de María Teresa con atuendos tradicionales chilenos

Como con la familia y el evangelio.

Sí. Las destrezas de la comunicación, de la paciencia, de realmente escuchar a las personas. Son justamente las destrezas que necesitan los misioneros. Aunque sean como sean las personas, hay que saber qué decirles con amor. Cuando llega ese momento en que una persona que no tiene el físico para el modelo que está pidiendo, uno tiene que tener una delicadeza única para decirle con mucho amor, para que no se ofenda, que algo no le sirve. Uno tiene que aconsejar con una delicadeza.

¿Cómo gana inspiración del evangelio para hacer su trabajo?

Oro bastante al empezar. Muchas veces uno no puede ni tocar la tela ni las tijeras ni nada si realmente no siente la certeza y la seguridad. Entonces, oro bastante y de allí viene la inspiración.

Dígame algo sobre los vestidos típicos que hace.

Tienen historia, los vestidos. En 1810 fue la primera elección. Antes, dependíamos de España. Alcanzamos nuestra independencia, nuestra libertad. Todo el mundo se puso gozoso, y la gente de la clase alta empezó a hacer ropones, que se parecen mucho al vestido de Audrey, y la gente de campo era la que usaba ropa de más colores y flores. Es el vestido sencillo, como para la gente común. La gente de la alta sociedad usa otro estilo de vestido para la cueca [el baile nacional]. Y se usan zapatos con tacón alto, y de cuero, cien por ciento, pero cómodo para la bailarina, unos pañuelos, y todo es producto del gozo de la gente. Usaban colores muy vivos. Alegres. Y en esa época en Chile no más se ven los colores en el 18 de septiembre. La gente se viste de colores. La tela de colores era más barata. Toda la ropa de la gente común era de flores. La ropa de flores es la ropa campesina. La gente rica ponía ropones de colores lisos.

Un vestido hecho por María Teresa, un ejemplo de la vestimenta de la clase alta

¿Y todavía llevan estos vestidos para los bailes tradicionales?

Sí. Para esa fiesta. Desde ese entonces. Y en la iglesia también lo celebramos. Nos juntamos y hacemos asados. Incluso algunos se juntan en la mañana. Se iza la bandera con el himno nacional, y viene seguidamente un desayuno, pues lonche, el almuerzo, y después un asado- todo el día allí a la capilla, todos andamos vestidos de ropa típica. Cantamos canciones tradicionales como ‘La Consentida,’ y todos bailamos.

Dos de los nietos de María Teresa listos para bailar la Cueca

¿Cómo es ser a la vez chilena y miembro de la Iglesia? Escucho en lo que dice que tiene mucho orgullo en ser chilena.

Es más que orgullo, es gozo. Porque lo que uno se siente es amor por la patria. Amor por el lugar que lo vio nacer. Y de Chile, tengo que hablar de que geográficamente es una larga y delgada paja de tierra que el himno dice que ‘está bañado por el mar’ y hay la cordillera que es como estandarte.  Y tenemos todo el tiempo temblores y terremotos y qué sé yo, ese tipo de cosas, nosotros ya estamos habituados. Sabemos que esto es nuestro país, y nos levantamos, y apoyamos mucho a la gente desvalida. Estamos para ayudar.  Independiente a nuestra cultura, cuando uno deviene miembro de la Iglesia y logra entender un poquito, paso a paso, las enseñanzas, muchas tradiciones iban quedando, tal vez, a un lado. A veces hay tradiciones que van en contra de lo que el Padre quiere, pero inmediatamente encontramos nuestra identidad dentro de la Iglesia y sabemos lo que el Salvador quiere que seamos. Y aprendemos a ser muy felices con lo que nos toca vivir, y somos muy felices, muy conformes, y también buscando la excelencia en todo lo que emprendamos. Y eso es lo que muchas veces queremos contar a nuestras amigas, y todos los que nos rodean. Porque nos preguntan- ‘¿por qué siempre andan contentas?  No es un día para estar contenta. Tú tienes tantos problemas, ¿por qué sonríes?’ Y tenemos una esperanza y una certeza que mientras vivamos los principios y los mandamientos, siempre tendremos la luz y la bendición de nuestro Padre Celestial. Y poco a poco con un pequeño período de probación, al lado de todas las bendiciones que nos da, estamos agradecidos por eso, por el evangelio, y podemos ser felices, aun con las penas, aun con las cosas difíciles.

¿También han encontrado tradiciones chilenas que aumentan su habilidad para vivir el evangelio?

Sí, se puede formar unas nuevas tradiciones con esas dos tradiciones para hacer su propia tradición. Hay algunas que son muy fuertes como la familia y el contacto con tus seres queridos. Si, fortalecen aún más. Por eso se identifican. Cuando se encuentra, saben, de allí viene. Y algunas tradiciones, quizá no vengan de la iglesia, pero son principios correctos al final. Que sabíamos antes que eran buenas, pero no identificamos como divinas. Hoy en día también la familia se destruye como en todo el mundo, y ya, hablando de un mundo individual, en que las personas velan por sí mismo, sin los lazos a nadie más. Y la iglesia fortaleza esa relación, esa tradición chilena.

Maria Teresa Toro Valenzuela

¿Y qué quiere que sepan sus compatriotas chilenas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días?

Empezando, que es verdadera. Y que la pueden comprobar por ellos mismos cuando quieran. Porque la Iglesia siempre está con las puertas abiertas. Solo si lo van a comprobar van a recibir un testimonio acerca de lo que conocen allí. Hay buenas influencias para sus hijos. Cuando conocimos a la iglesia, mis hijas eran adolescentes, y yo me sentía inexperta. Y la iglesia me ha ayudado mucho. En la Sociedad de Socorro, uno aprender ser autosuficiente y nunca tener temor de que el esposo se enferme, o el esposo se vaya. Siempre va a tener un arma para defenderse.

¿Qué le gustaría decir a sus hermanas de todo el mundo?

Que no se separen, las que ya están. Y que se acerquen las que solo la conocen de nombre. Y que allí se aprende muchas habilidades- ser buena esposa, ser buena madre, además de la fe uno aprende tener en nuestro creador.

¿Algo más?

Todo ha sido un milagro, todo lo que he logrado ha sido por la Iglesia.

At A Glance


Nombre:
María Teresa Toro Valenzuela

Edad:
73 años

Ubicación:
Santiago, Chile

Historia matrimonial:
Casada con Alfonso Miranda since 1970-2014 , now widow desde 1970-2014, ahora viuda

Hijos:
tres hijas

Ocupación:
Modista

Conversa a la Iglesia:
26 de agosto, 1988

Escuelas asistidas:
María Auxiliadora, escuela católica, Chile

Lengua en casa:
español

Himno favorite:
Loor al profeta

Entrevista producida por Jenny Willmore con la ayuda de Noelia Lobo.